sábado, 19 de julio de 2014

El tiempo es finito

Lamentablemente, llega un momento en la vida en que uno tiene que aceptar que el tiempo es finito. Con esto quiero decir que se acaba, no que no es grueso.
Esta constatación, por razones que mis psicólogos explicarían mejor que yo, es especialmente complicada para mí, pero aparentemente le es complicada a humanos mucho más centrados y normales que yo.
La cuestión es que el tiempo es finito, se acaba y generalmente uno quiere hacer más cosas de las que caben en 24 horas, en 15 días de vacaciones o en 70 años de vida.
Y para algunos de nosotros elegir es una tortura. Sabemos que cada elección que hacemos implica deselegir un montón de otras cosas. Queremos ir a acá y allá, pero elegimos ir acá y quizás ya jamás tengamos la oportunidad de ir allá.
Por eso creo que a veces los prejuicios son buenos, llega un momento en que al menos nos ayudan a elegir. Llega un momento de la vida en que es bueno quedar fiel a sus prejuicios y ya no intentar cambiarlos ni desafiarlos.
Eso me da la facilidad de que me digan lo  que me digan, jamás me tentaré en ver una película de Ben Affleck o Clint Eastwood, ni a leer a Coetzee o Manuel Puig, ni a escuchar a Yes o Lisandro Aristimuño.

Probablemente me esté perdiendo cosas maravillosas, pero la verdad es que aunque venciera mis prejuicios de todos modos me perdería de otras cosas maravillosas porque, justamente, el tiempo es finito.

sábado, 12 de julio de 2014

La Balada de la Cárcel de Reading

Desde chico soy un gran admirador de Oscar Wilde. Wilde tiene eso de bueno. De chico uno puede leer El príncipe feliz o El gigante egoísta y a medida que va creciendo ir avanzando en su literatura. Lo que no quiere decir que aquellos cuentos solo puedan ser leídos por niños.
Probablemente llegué a este poema demasiado pronto. Lo leí fuera de tiempo. Siempre me pareció hermoso, pero la verdad es que, quizás por mi ascendente sagitariano optimista, no llegaba a comprenderlo como se debe. Me parecía un tanto demasiado pesimista. Sin embargo, los años pasaron, y alguna vez descubrí que yo también había matado lo que amaba. Y ahora sé de que habla. Sigo teniendo ascendente de Sagitario, y supuestamente a medida que se crece uno responde cada vez más al ascendente. Por lo tanto no sé si todos matamos a lo que amamos. Pero ahora sé que yo sí.
Les dejo un fragmento de La Balada de la Cárcel de Reading.

Sin embargo -¡Y escuchen bien todos!-
Todos los hombres matan lo que aman:
Unos con una mirada de odio,
Otros con una palabra acariciadora;
El cobarde con un beso,
El valiente con la espada.
Unos matan su amor cuando son jóvenes,
Otros cuando ya son viejos,
Unos lo ahogan con las manos de la lujuria,
Otros con las manos del oro;
Los más compasivos se sirven de un cuchillo,
Del cuchillo que mata sin agonía.
El amor de unos es demasiado corto,
Demasiado largo el de otros;
Unos venden y otros compran;
Unos hacen lo que deben hacer con lágrimas,
Otros sin un sólo suspiro;
Pues todos los hombres matan lo que aman,
Aunque no todos tengan que morir por ello.


L