martes, 24 de junio de 2014

Y yo, ¿no soy clase media?

¿Por qué me enoja tanto  la supuesta uniformidad ideológica de la clase media? ¿Por qué me enfurece tanto que cualquiera me empiece a hablar, sin conocerme, sin saber lo que pienso, de la yegua, la kretina y  demás lindezas? ¿Sólo porque no estoy de acuerdo? ¿O porque me hace acordar de algo que no me deja muy bien parado?
Yo podría decir (como dicen muchos) que la clase media siempre tuvo el mismo pensamiento político banal, superficial y profundamente discriminatorio y antidemocrático que podría resumirse así: “nosotros tenemos razón y si la elección la gana otro es porque está lleno de negros de mierda que votan ídem.”
Hace mucho tiempo yo estaba de acuerdo con la clase media. Durante la ya remota década menemista también la gente buscaba mi complicidad diciendo de  Menem que era negro, feo petiso y hablaba mal inglés. Otros descalificativos tan poco profundos y tan fuera de lugar como los actuales, aunque con la ventaja de que no había redes sociales ni foros de los diarios para que cualquier energúmeno diga cualquier cosa y el resto se ceben y todo escale hasta lo que se ve hoy día.
Y uno, clase media al final, no daba bola, Lo importante era que no lo quisieran a Menem aunque fuera porque era grasa o porque era riojano, o se peleaba con la mujer o salía con vedettes.
Por ahí la gran diferencia es que no había grieta. La grieta es un concepto bien ombliguista (iba a poner etnocéntrico pero no quiero que me tilden de Fosteriano o cartaabiertista) de la clase media que se encuentra con la sorpresa de que no todo el mundo piensa igual. No es sólo cuestión de negros pobres que ya se saben que no piensan. Estar en desacuerdo con los negros, (peronismo-antiperonismo) no es grieta. Es sólo sentido común.

martes, 17 de junio de 2014

Las playas brasileras (a mí, me gusta decir brasileras)  tienen características muy diferentes a las  argentinas. No me refiero solamente al clima, a la temperatura del agua o a la vegetación circundante. En principio las playas de Brasil son, digamos así,  naturales, a diferencia de las playas argentinas que han sido muy modificadas por el hombre para eliminar los médanos naturales que hacían excesivamente difícil llegar a ellas.
Pero además las playas brasileras no responden al capricho de un urbanista que decidió que en la calle X termina el balneario A y comienza B, sino que están limitadas por bahías, y montañas que entran al mar y van cortando la costa en pequeños pedacitos que a veces producen dos playas completamente distintas a pocos metros de distancia: una de aguas calmas, la otra con grandes olas;  una con arena fina, la otra con piedras;  una enorme, la otra tan pequeña que desaparece con la marea alta.
Las playas argentinas están donde hay pueblos o ciudades; las playas brasileras están en todas partes. Esto tiene la molesta consecuencia de que algunas playas muy hermosas están muy lejos de las poblaciones y son de muy difícil acceso. Para colmo algunas se encuentran en terrenos  privados y hay que atravesar condominios para llegar a ellas. En general, esto es posible, pero aumenta la dificultad. Además en Brasil hay muchas islas. Y en ellas por supuesto hay playas también.

En esta sección (no se como armar secciones en un blog, así que será una sección virtual) hablaremos de algunas playas que son más o menos famosas por aparecer varias veces en los rankings que suelen elaborarse sobre las mejores playas del país y otras menos conocidas. También un par de islas que aparecen como un todo por razones que serán explicadas en su momento.