domingo, 28 de septiembre de 2014

Dijo el cuervo: Nunca más.

Yo no sé si tenía 10 años, pero no estaba muy lejos de ahí. Había en casa un libro que se llamaba algo así como Poemas escogidos para recitar o una cosa muy parecida e igual de fea. Sin embargo, como yo leía cualquier cosa me lo puse a leer. No tengo un recuerdo de muchos poemas, me acuerdo que había uno de García Lorca de una temática sexual que no llegué a comprender, uno que hacía una metáfora entre un viaje en tren y un amor, y recuerdo sobre todo El cuervo de Edgar Allan Poe, Creo que hasta me lo aprendí de memoria. Seguramente a nadie se le ocurriría considerar a El Cuervo como literatura infantil, pero me atrevo a postularlo para ese fin. Nada puede sorprender menos a un niño que mira dibujitos animados o películas de Disney que un cuervo que hable. La temática es lúgubre pero tiene un fondo de humor en la aparición del cuervo y en su reiterativa frase que lo convierte casi en gracioso, en algún punto. Y la sonoridad, la rima y el ritmo lo emparentan casi a una ronda. Así que para criar niñitos dark yo creo que El Cuervo podría cumplir un rol fundamental.
Hace poco, encontré en Facebook la traducción de Cortázar  y la adjunto aquí aunque no haya sido la que leí aquella vez, pero probablemente esta sea mejor.
Cierta noche aciaga, cuando, con la mente cansada,
meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral
y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,
como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
"Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal;
sólo eso y nada más."
¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!
Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma
en mis libros, ni consuelo a la perdida abismal
de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar
y aquí nadie nombrará.
Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas
me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal
que, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:
"No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;
un tardío visitante esperando en mi portal.
Sólo eso y nada más".
Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:
"Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculpar
pues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguido
y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal
que dudé de haberlo oído...", y abrí de golpe el portal:
sólo sombras, nada más.
La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,
y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;
pero en este silencio atroz, superior a toda voz,
sólo se oyó la palabra "Leonor", que yo me atreví a susurrar...
sí, susurré la palabra "Leonor" y un eco la volvió a nombrar.
Sólo eso y nada más.
Aunque mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos
pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.
"Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;
veré pues de qué se trata, que misterio habrá detrás.
Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.
¡Es el viento y nada más!".
Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,
agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.
Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,
con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,
en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;
fue, posóse y nada más.
Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,
en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.
"Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser
osado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;
¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
Que una ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa
sorprendióme aunque el sentido fuera tan poco cabal,
pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido
ocasión de ver posado tal pájaro en su portal.
Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal
que se llamara "Nunca más".
Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto,
como si en ello le fuera el alma, ni una sílaba más.
No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna
hasta que al fin musité: "Vi a otros amigos volar;
por la mañana él también, cual mis anhelos, volará".
Dijo entonces :"Nunca más".
Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;
"Sin duda - dije-, repite lo que ha podido acopiar
del repertorio olvidado de algún amo desgraciado
que en su caída redujo sus canciones a un refrán:
"Nunca, nunca más".
Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfía
planté una silla mullida frente al ave y el portal;
y hundido en el terciopelo me afané con recelo
en descubrir que quería la funesta ave ancestral
al repetir: "Nunca más".
Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabra
al ave que ahora quemaba mi pecho con su mirar;
eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyada
sobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.
¡Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar,
y ya no usará nunca más!.
Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso
mecido por serafines de leve andar musical.
"¡Miserable! -me dije-. ¡Tu Dios estos ángeles dirige
hacia ti con el filtro que a Leonor te hará olvidar!
¡Bebe, bebe el dulce filtro, y a Leonor olvidarás!".
Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad
trajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje,
a esta morada espectral? ¡Mas te imploro, dime ya,
dime, te imploro, si existe algún bálsamo en Galaad!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
Por el Dios que veneramos, por el manto celestial,
dile a este desventurado si en el Edén lejano
a Leonor , ahora entre ángeles, un día podré abrazar".
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".
"¡Diablo alado, no hables más!", dije, dando un paso atrás;
¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal!
¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje
quiero en mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado,
en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;
y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,
cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;
y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal,
no se alzará...¡nunca más!.

jueves, 11 de septiembre de 2014

UN FINAL DE PELÍCULA

Corría la década del 60. En Argentina, una nueva generación de cineastas influenciados por las corrientes renovadoras del cine europeo (la nouvelle vague, el cine de Bergman, el cine italiano, etc) se habían corrido del cine industrial que había dominado en el país desde la década del 30 y hacían filmes donde los protagonistas eran jóvenes, donde las locaciones naturales y la ciudad tenían un papel preponderante y que intentaban reflejar el desasosiego y la angustia de la juventud.
Dentro de ese contexto se encuentra "Pajarito Gómez, una vida feliz" (1965), dirigida por Rodolfo Kuhn, quien había debutado dos años antes con "Los jóvenes viejos", película que merecería otro post con su curiosa anticipación de Jarmusch, o al menos de Martín Rejtman.
Volviendo a Pajarito, el guión fue escrito por el propio Kuhn, (no confundir con Agüero), Carlos del Peral y Paco Urondo, el poeta miembro de Montoneros, muerto en circunstancias algo novelescas (otro futuro post) en 1976.
Se trata de una parodia a los ídolos juveniles prefabricados, el periodismo de espectáculos, las promociones televisivas y las compañías discográficas, que por momentos parece preanunciar a Peter Capusotto.
La escena final, según escribió Fernando Martín Peña y yo suscribo puede ser tranquilamente el mejor final de película de la historia del cine argentino. 
Aquí tienen ese final, pero yo recomiendo que la vean completa.
Va video y link.




https://www.youtube.com/watch?v=HswXMlkzSBE